Desde la Luz primera, nuestro hogar y origen verdadero, descendemos vida tras vida en un largo viaje para aprender a ser seres humanos en la Tierra. En nuestro origen divino, es decir, en la Luz, no carecemos de nada, todo es perfecto, sencillo y natural, la paz nos envuelve hasta que un día descendemos y nacemos. En el instante que lo decidimos y, nuestra madre está preparada empieza realmente nuestro viaje.
Dejamos la Luz de nuestro origen y frente a nosotros un túnel estrecho y oscuro nos muestra el camino de salida hacía un lugar desconocido.
Es justo en el momento de cruzar el túnel de salida cuando nos enfrentamos al primer miedo, generalmente superado al sentirnos acompañados por el calor humano y la alegría de nuestros padres en nuestro hogar terrenal. Pasaremos muchas aventuras en nuestro viaje, algunas nos parecerán terribles, difíciles de superar y otras en cambio agradables para que podamos superar las anteriores.
Al nacer, aunque sabemos que es un viaje de ida y vuelta y que la Luz divina nos espera en nuestro hogar de origen, se nos olvida que hemos de volver, apegándonos a la vida terrenal.
Cuando ya hemos aprendido lo previsto en nuestro viaje, la vida nos proporciona la circunstancia apropiada para que podamos volver a casa, unas veces después de hacer un largo recorrido, otras nos parece que a mitad de viaje y algunas casi al empezarlo. Por fin de nuevo, nos enfrentamos al último miedo, dejarlo todo atravesando un nuevo túnel oscuro hacia lo desconocido.
Si en el viaje de ida, es comprensible sentir miedo, puesto que dejamos atrás el bienestar total para enfrentarnos al complejo y aparentemente difícil aprendizaje como seres humanos, el viaje de vuelta a nuestro verdadero hogar divino deberíamos vivirlo con gozo y alegría. Una reconfortante vuelta al hogar, un merecido descanso donde recobrar la paz y la armonía.
Las personas que han tenido la experiencia de cruzar el túnel hacia la Luz y volver a la Tierra, expresan que no volverían, tal es el sentir de calma y plenitud que experimentan.
Debemos recordar siempre que todos tenemos billete de ida y vuelta aunque generalmente solo lo recordemos cuando sentimos la dolorosa pérdida de un ser querido. Cuando esto nos ocurra, acompañemos a los seres queridos que nos dejan con la serenidad y seguridad de que los Ángeles les acompañan y ayudan en el viaje de regreso a la Luz, el mejor regalo que podemos desearles.
Y… en la espera de nuestro viaje final, sigamos adelante con el corazón lleno de agradecimiento con el recuerdo de las personas que pudimos amar y volvieron ya a su verdadero origen divino.