“Todo pasa”, pasaron y acabaron los días de celebraciones y fiestas, lo que no pasa, es aceptar nuestro día a día para proseguir adelante confiados y diligentes.
Hay una ópera que habla del paso del tiempo, de las horas y segundos de nuestras vidas ofreciéndonos dignamente la oportunidad de aceptar ese paso del tiempo como una realidad palpable, “El Caballero de la Rosa” de Richard Strauss. Una ópera marcada por el humor y la realidad, la delicadeza y lo vulgar, al fin y al cabo una realidad tan viva hoy como en todas las épocas.
El tiempo sigue imperturbable su camino, es el tiempo del reloj el que puede ser vivido como oportunidad intensa y rica, o como frustración triste y desgarrada, como aceptación o como fracaso.
El tiempo se desliza suave e imperceptible, suave y silencioso, cuando es reflejado en cada relato agradecido del pasado, en cada suspiro de recuerdo sonriente o en cada arruga dibujada con dulzura.
O también, el tiempo se aferra a ti cruelmente y, sin miramiento alguno, te muestra los surcos doloridos de tu historia, lagunas de llanto atrapadas en la piel o soledades obligadas al silencio.
Pero el tiempo no tiene edad, se la damos nosotros, ni corre ni descansa, ni te atrapa ni te olvida.
Si no hay una mirada crítica del pasado, si no hay dolor o rabia por lo vivido, el tiempo se transforma en VIDA y la vida te permite sentir intensamente. Si la vives con confianza y alegría aceptando sus naturales cambios, la sensación es siempre gratificante.
Es mejor que pongas un marcapasos al tiempo de tu vida para empezar este inicio de año, con la misma fuerza y alegría, con la misma confianza y seguridad que cuando sentías comerte el mundo, capaz de lograr tus sueños.
¡Ánimo! Merece la pena.