Se acerca el tiempo de silencio con olor a tierra mojada, se dibujan infinitos ocres con mil matices por descubrir, los sabores naranjas y dulces de las calabazas regresan, las castañas caen y los senderos se cubren de hojas multicolores.
El otoño llega por fin, sin miramientos recorre calles, senderos y veredas, el viento pausado o revoltoso lleva y trae, sube y baja colores ocres rojizos y verdes descoloridos, mil diferentes matices indescriptibles. La humedad se manifiesta y algunas setas pequeñas y regordetas aparecen tímidamente.
El cuerpo, agradece el calor de los guantes y bufandas mientras se borran los recuerdos del verano, el compartir y los silencios. Las reuniones cambian de escenario y el fuego se vuelve protagonista entre cuentos y leyendas, risas y sueños.
Nos recogemos mientras el olor a tierra mojada limpia los caminos, invitándonos a ordenar y soltar. Las olas salpican con mayor fuerza, los pájaros valientes recorren infinitos quilómetros, los frutos secos caen, se desnuda la naturaleza invitándonos también a desnudarnos.
El desnudo consciente y valiente nos permite descubrir las pisadas que ya no tiene sentido volver a pisar, los pensamientos que ya no nos pertenecen y hemos de olvidar, pues casi ni fueron nuestros y, las emociones alborotadas se serenan permitiéndonos comprender, soltar y dejar atrás lo que ya no tiene sentido alguno.
Tiempo de otoño, tiempo de despojarse de lo superfluo y recobrar el calor interior junto al fuego del corazón, junto al fuego de la vida. Tiempo de recogimiento para sentir y reforzar nuestra razón de ser, auténtico camino de verdad y confianza, de dialogo interno y externo donde aprender y multiplicar nuestra riqueza humana.