«No hay caminos para la paz, el camino es la paz»
Cada momento es único, irrepetible y diferente, tan diferente como un segundo de viento, un volar de mariposa, un relámpago, una sonrisa, la caída de una hoja, el olor a melocotón, una mirada o un brindis…. Y siendo tan únicos e irrepetibles, muchos se pierden en el vacío inconsciente, se difuminan entre palabras y acciones repetidas. Que difícil a veces percibir esos instantes tan ligeros y al mismo tiempo tan profundos, tan cercanos y presentes.
Los encuentros y las despedidas son necesarios, forman parte de la vida, del ritmo natural del proceso evolutivo, del ritmo continuo de la naturaleza, son puro aprendizaje de aceptación y desapego, de adaptación y transformación.
Hay momentos de encuentros alegres y reconfortantes, tiernos y silenciosos o, espontáneamente explosivos repletos de palabras entusiastas, algunos son dulces, de pocas palabras y miradas profundas, otros, son inquietantes, cargados de palabras mudas y gestos bruscos. Los encuentros te llenan de recuerdos infinitos con aroma de infancia. Recuerdo también un encuentro sorpresa con aroma a nostalgia y en cambio otros recuerdos te permiten disfrutar, compartir, expresar y sobre todo dialogar en la diversidad de la aceptación.
Las despedidas en cambio son diferentes, a veces te gustaría no estar en ellas, es mejor que fuesen cortas aunque muchas personas las alargan y alargan volviéndose tristes, convirtiendo las sonrisas en lágrimas. Las palabras se enmudecen, se recortan y generalmente apenas se expresan. Algunas veces sientes que no has dicho todo lo que querías y otras, te arrepientes de haber dicho más de la cuenta. Te dejan una inmediata y corta sensación de vacío y soledad que el instante presente atrapa para seguir mirando hacia delante.
En los encuentros las sonrisas son frecuentes, diría que totalmente naturales aunque a veces no llegan a expresar toda la alegría que el corazón siente, solo en los abrazos podemos sentir y expresar ese hondo sentimiento que no tiene palabras suficientes para manifestarse, y que el corazón, en su palpitar, sabe mostrar.
En los encuentros las palabras brotan frescas y alborotadas en cambio en las despedidas pierden fuerza, los labios se aprietan y tan solo la mirada y el abrazo da sentido verdadero al sentir del corazón. Las despedidas no nos gustan, generalmente están cargadas de emociones difíciles de mostrar que nos dejan una sensación de pérdida momentánea, tan solo en alguna ocasión especial las deseamos.
Las despedidas nos recuerdan que todo tiene un final pero también nos dicen que detrás del final, está esperando un inicio, que no hay despedidas eternas sino eterno agradecimiento por haber vivido los encuentros.
El final espera paciente al inicio y el inicio le da la mano al final.