¿Podemos resistir este tsunami cultural de la globalización?

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Cada mes recibo correos o llamadas de personas que buscan mis libros con la misma fuerza con la que yo sigo escribiendo y editando, necesitan encontrarlos y están seguros de que los encontrarán. Demasiado a menudo se encuentran con la respuesta unánime de “están agotados”, las librerías y grandes áreas no se molestan en mirar en Internet o buscar los datos de la editorial en la que están impresos para dar una respuesta más amable y efectiva. En muchos casos y por desgracia no es porque la librería esté abarrotada de personas comprando.

Si una persona está interesada por un libro y no se le da la indicación adecuada se está perdiendo la posibilidad, ya no solo de que no lo encuentre, sino de que se deje de imprimir, de editar, de distribuir, de vender y leer… perdemos todos con esta actitud. Quizá se debería estar más atento a la hora de atender a los clientes. Mi padre tenía negocio en otro gremio diferente y, recuerdo, que cuando le pedían algo que él no tenía, se molestaba en decirles como y donde lo podían encontrar, esto no hacía que perdiera clientes, todo lo contrario volvían por su amabilidad y efectividad.

Me sorprende que ante la situación en que vivimos, las librerías que se mantienen en activo, resistiendo con márgenes irrisorios,  se olviden con demasiada frecuencia de las editoriales pequeñas e independientes que aun seguimos aguantando el temporal por la fuerza de creer firmemente en lo que amamos y creemos. Las distribuidoras y editoriales tiemblan y, muchas últimamente cierran ante la dura batalla de subsistir. Lo global absorbe de una forma alarmante y gana la batalla, el pez más grande y hambriento se come al pequeño, no hay duda de que es así y seguirá siéndolo mientras no cambiemos.

Si no ponemos el suficiente interés, entre los interesados del mismo gremio: editores, distribuidores, libreros y lectores, evidentemente cada día será peor, se editarán menos libros, se venderán menos libros y desde luego se leerá menos.
Las palabras están perdiendo valor, forma, textura, expresión, definición… o ¿están cambiando sus conocidos y antiguos valores y hábitos por otros nuevos?

Se usan de forma rápida y muchas veces reprimidas, se utilizan abreviando su contenido real, se expresan torpemente, se callan entre silenciosos dibujos, se unen sin darles espacio a su lectura, se transforman con nuevas pronunciaciones de aires extranjeros, se utilizan sin conocer bien sus significados…. Aunque eso sí vuelan a miles de kilómetros en segundos, ¿quizá es la velocidad la que nos hace no tener suficiente tiempo para… hacer las cosas con respeto?

Que estas palabras tengan el valor de volar lejos para concienciarnos todos; escritores, editores, distribuidores, libreros y lectores. Hay libros que no deben desaparecer, su lenguaje abarca la posteridad, se adaptan, son intemporales y subsisten ya que sus palabras están llenas de verdad y belleza. No olvidemos la importancia del lenguaje y defendamos su riqueza, todos juntos en la misma dirección quizá resistamos este tsunami cultural de la globalización.

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