Cayó en mis manos un artículo de este verano que se titulaba “El Lujo del Silencio”. El título me invitó a seguir leyendo y pronto descubrí que dos personas recorrían lugares donde no existe la pobreza y se vive sin prisa; las islas Órcadas y Shetland. Además la vida les proporcionó desde el inicio personas sumamente agradables dispuestas a orientarlas e indicarles lo mejor de las islas.
Es una suerte hoy día poder disfrutar de vacaciones, es una suerte poder disfrutarlas viajando donde el corazón te lleva, hacerlo con las personas que amas y disponer de lo necesario como para olvidar las preocupaciones cotidianas. Diría que es fácil permanecer en silencio, entre costumbres sencillas, manifestaciones de arte, rumor de acantilados, verdes paisajes e incluso entre viento o lluvia, todo un lujo sí señor.
Un lujo al que se debería acceder todos los días del año sin necesitar viajar, tener vacaciones, recorrer lugares diferentes y lejanos, experimentar actividades nuevas… y me pregunté si el reportaje que había leído era útil a las personas o, después de leerlo, acabarían teniendo envidia o tristeza.
El silencio no es un lujo es una necesidad, una necesidad que nadie nos puede regalar y tampoco se puede comprar. Escuchar el silencio es una cosa y sentirlo es otra. El silencio al que me refiero y al que todos debemos acceder depende de nosotros, de uno mismo. Para lograrlo no es necesario visitar países lejanos ni escondernos en un retiro dirigido, ni tampoco recogernos en nuestras habitaciones evitando la comunicación.
Sentir el silencio es un regalo necesario para comprender, permanecer con serenidad ante las dificultades, expresar los sentimientos verdaderos, aprender de nuestros errores, comprender en la escucha justa, desarrollar lo mejor de nosotros… un sinfín de beneficios todos ellos básicos para sentirse en paz y vivir en armonía.
Encontrar silencio muchas veces y, más en lugares turísticos muy concurridos, es francamente difícil aunque no imposible, encontrar silencio en la vida cotidiana urbana, de familia o de trabajo también resulta difícil de verdad pero no es imposible.
Se ha de aprender a permanecer en silencio interno y la mejor forma para lograrlo es intentar aprender en las ciudades donde vivimos, junto a nuestras familias y por supuesto también en el trabajo sin tener que esperar que lleguen las vacaciones.
Este es el mensaje que os invito a reflexionar este mes de octubre a punto de acabar que para muchos ya es un periodo de plena actividad entre colegios, trabajo y vida familiar.